sábado, 23 de junio de 2012

28.- Desde Sucre a La Higuera: Samaipata


Consultando el mapa, se ve un vacío entre Sucre y La Higuera por el camino más corto. Se supone que puede hacerse pero ¿quién conoce el camino? ¿quién te lleva?  Después supimos que se puede pero es un viaje de varios días para el que hay que ir convenientemente preparado.


Optamos por la opción más conocida: la “flota” (autobús) vía Aiquile, hasta Samaipata. Allí buscaríamos la opción Valle Grande y La Higuera.


Las flotas son las de Sucre-Santa Cruz. Todas salen entre las cuatro y cinco de la tarde para llegar sobre las seis de mañana a Santa Cruz. Por Samaipata pasan entre las tres y cuatro de la madrugada. 
En Samaipata habíamos reservado habitación en La Posada del Sol, famosa por figurar no sólo en la guía de Bolivia de Lonely Planet, sino también en su web. ¡Bendito celular!


De Sucre a Samaipata hay unos 275 km. Los cincuenta primeros están asfaltados y otros tantos al final. En medio queda una pista infernal que los paisanos utilizan con resignación benedictina y los foráneos como podemos. Viajeros con hemorroides abstenerse. También los alérgicos al polvo (el del camino).

Aunque se sale con luz diurna, se entra rápidamente en un valle y en una hora y media ya sólo se adivina el paisaje. 

Sobre las tres de la mañana nos planteamos preguntarle al chófer cuánto quedaba para Samaipata, sobre todo por recordarle que nos quedábamos allí. Un cholo se había tumbado en el pasillo y me entretuve por si entre tanto se hacía una parada mingitoria. Se hizo. En mitad de lo que parecía un pueblo, en un lugar con escasa iluminación, cada cual, varón o varonesa, se apañaba como podía. Ya apuraban a la gente cuando le pregunto al chófer…¡estábamos en nuestro destino!


Bajada apresurada y recogida de equipajes. No encontraba los tiques. Tuve que mostrar que tenía las llaves de los candados para que me los entregaran.

Intento situarme sin lograrlo. Como a un kilometro hay unas luces. Nos dirigimos hacia ellas y vemos ya que se trata de una calle del pueblo. Hay un local abierto. Es el del Sindicato de Transportistas “Florida”. Seis taxistas están en su interior, contentos de cerveza y coca (la bola no les cabía en el carrillo) y se niegan a llevarnos al hostal. Condescendieron a indicarnos el camino






Como en España. Los sindicatos siempre ayudando.

Desandamos lo previo. No encontramos el camino. Los perros de toda la contornada en varios kilómetros ladrando y al final recordamos que teníamos “celular”. Llamamos a la Posada y vinieron los dueños a recogernos. Ya nos habíamos planteado buscar un rincón dónde esperar el alba. 

2 comentarios:

  1. Llámame miedosa,pero me da miedito imaginarme lo que he leído en vuestro relato.Paso a leer el siguiente.
    Un abrazo.
    JUAN Y GEMMA

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  2. Llámame miedosa,pero me da miedito imaginarme lo que he leído en vuestro relato.Paso a leer el siguiente.
    Un abrazo.
    JUAN Y GEMMA

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