miércoles, 13 de junio de 2012

16.- Hacia Uyuni


Una de las calles más transitadas de Oruro es la Avenida 6 de Agosto. No sólo sus bajos son todos comercios, hay también multitud de puestos callejeros y en la última cuadra tiene instalado un mercadillo a ambos lados. Su centro está recorrido por una vía férrea que da la impresión de estar en desuso. El final de esta avenida termina en la verja norte de la estación del ferrocarril, desde la que parte el tren hacia Uyuni.


Buscando un par de cosas que necesitábamos terminamos en el mercadillo de esta avenida y siendo ya la hora del condumio entramos a  un restaurante, siempre en la Avenida 6 de Agosto.


A la salida del restaurante escuchamos un pitido, próximo, de tren y vemos que por la vía supuestamente abandonada, circula un mercancías en dirección a la estación.



El Expreso del Sur, de  la Empresa Ferroviaria Andina,  sale de la estación de Oruro hacia Villazón, en la frontera con Argentina, los martes y viernes a las 3:30 de la tarde. Uyuni queda aproximadamente a mitad del recorrido, a 340 km, y tarda unas 7 horas en llegar.
 
El día de nuestro viaje, a causa de unos desprendimientos, la vía estaba cortada y el tren sólo llegaba hasta Uyuni.
 


Oruro se fundó al borde de la laguna Uro Uro, de ahí su nombre. La etnia original de esta región eran los Uros que parece que tenían cierta afinidad por los terrenos lacustres.  La laguna tiene forma longitudinal y alcanza unos 21 km de longitud; se comunica mediante un desaguadero de 32 km de longitud con el lago Poopó que mide, a su vez,  73 km de largo. Siempre en dirección sur.
 

Cuando el tren abandona  la ciudad, dejando atrás su periferia de pobreza, entra directamente en la laguna Uro Uro cruzándola sobre una longitud de unos 8 km. Desconocíamos esta circunstancia que fue una sorpresa agradable pues la laguna está densamente poblada de flamencos, me pareció ver de varias especies, pero fundamentalmente rosas, garzas, fochas y muchos patos salvajes que poco o nada se espantaban con el paso del tren. Sólo por esto ya mereció la pena el viaje a Uyuni en tren.


Desde aquí hasta Uyuni, el altiplano lo es más que en ningún otro lugar, pues existe una sucesión de saladares, inundados o no, que se prolonga hasta unos kilómetros al sur de Uyuni.


La primera población que cruzamos fue Machacamarca. Todavía el adobe es muy utilizado en la construcción de las viviendas y de los anexos para el ganado. Los techados de paja son también muy abundantes. Ambas circunstancias hacen que la enfermedad de Chagas, una tripanosomiasis, sea endémica y un problema de salud en Bolivia.
 

Vendrían después las poblaciones de Poopó, Pazña, Challapata, Seravuyo, Río Mulatos y finalmente Uyuni.  Es una pena que la mitad del trayecto se realice de noche; en esta latitud el ocaso ocurre entre las seis y siete de la tarde. Eran las diez de la noche avanzadas cuando el tren se detuvo.




Luego de una caótica recogida de los equipajes salimos a un obscuro patio de estación apenas iluminado por dos bombillas esquineras y otra sobre la puerta de salida. Hasta ahora los taxistas te abrumaban a la llegada a una estación. Aquí no ocurrió así y hubo que preguntar a un grupo de paisanos en conversación y aparentemente ajenos a su alrededor.

La reserva del hotel  la hicimos por internet. Las fotos eran de un local encantador, con todos los servicios, incluido el agua caliente y las opiniones de los usuarios inducían a la elección. Debieron ser otros tiempos. Nos encontramos un local en decadencia. No eran horas para cambios. Decidimos probar nuestros sacos de dormir que resultaron ser adecuados para los fríos que nos aguardaban.

PD.- Durante el viaje hicimos muchas fotos. Con el cha-cha-cha del tren, válidas quedaron unas pocas.

1 comentario:

  1. Aquí nos quejamos de las pocas señalizaciones, pasos elevados barreras etc.y ahí pasa el tren por medio de la calle y no pasa nada.
    La laguna es preciosa y sobre todo la cantidad de aves que pudísteis ver(me encantan los flamencos).Lo del hotel,haría una década que no actualizaban las fotos.
    Un abrazo.
    JUAN Y GEMMA

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