De Uyuni a Potosí hay 230 km y se tardan 6 horas. Aunque ya sabíamos que probablemente estaríamos cansados de nuestro periplo por el Altiplano decidimos que lo mejor era continuar el viaje pues otra noche en Uyuni podría ser todavía peor.
Uyuni no tiene terminal de autobuses. La avenida Arce hace las veces de tal. Sus bajos son mayoritariamente empresas de transportes y en el centro hay instalados puestos de venta de comida y bebidas.
El autobús es un modelo de los años cincuenta, con una treintena de asientos. No tiene habitáculo para el equipaje pero sí una amplia baca. Todos los pasajeros somos mochileros… ¡aúpa las mochilas!
A medianoche estábamos en Potosí. El hotel está en unas callejuelas del centro histórico y entrar en él es como penetrar en un oasis por el contraste con el exterior. Es The Koala Den.
Potosí está colgada del Cerro Rico (Sumaq Orcko, en quechua) y adyacentes. Su centro histórico es muy grande, estilo colonial español y su conservación aceptable. Fuera del casco histórico la ciudad carece de interés por lo anodino y feo de su arquitectura.
Fuimos a la Casa de la Moneda que según dicen es lo más reseñable para visitar. Era domingo. Cerraban a las doce y los lunes no abrían. Tendremos que documentarnos en internet. El lunes teníamos la intención de visitar una mina. Los distintos sindicatos mineros organizan visitas guiadas. Te equipan y te metes en la mina mientras aquella está funcionando normalmente. Te hacen firmar antes un documento de exoneración de responsabilidades.
Nos encontramos una procesión de niños de comunión. Al parecer como expresión de fervor a San Antonio. La banda de música la componen escolares: ellos tambores y platillos y ellas una especie de xilófono vertical. ¿Qué tocaban? ¡Una balada del Oeste Americano!
La primera noche en Potosí dormí muy mal, atribuyéndolo al cansancio. La segunda padecía claramente una ortopnea (que te ahogas cuando te acuestas). Tuve que pasar la noche sentado y con algo parecido a una crisis de ansiedad que apenas podía contener. Todos los planes al garete. Había que descender. Carretera y manta hacia Sucre.
Cuando por fin el hotel parece acogedor,el mal de altura no te deja dormir algo peor por lo que describes,espero que el viaje hacia Sucre resultara cómodo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
JUAN Y GEMMA