lunes, 25 de junio de 2012

30.- Noticias

Estamos nuevamente en La Paz. Con los mismos efectos por la altitud que la vez pasada. A Rita no le afecta.


La conexión WiFi del hotel sólo nos funciona bien en recepción.  
Desde España completaremos la descripción de las distintas etapas del viaje. Añadiremos unos comentarios sobre las gentes, los hoteles y las comidas.


Hubiéramos preferido hacerlo sin esta demora pero no ha podido ser.



sábado, 23 de junio de 2012

29.- Samaipata


Acá llegamos como punto intermedio para intentar desplazarnos a La Higuera. Nos encontramos: 


1. Un pueblito en un valle lleno de verdor y con un microclima templado 
2. Las ruínas del Fuerte de Samaipata 
3. Los dueños de La Posada del Sol: una pareja encantadora.


La llegada no tiene nada que ver con nuestra estadía aquí. Si arribamos tormentosamente, los tres días de permanencia fueron deliciosos.




El primer día fue de descanso. Al siguiente visitamos los restos arqueológicos. Se le llama el Fuerte porque nuestros abuelos conquistadores establecieron uno allí. Su nombre oficial es Centro Ceremonial y Administrativo de Samaipata.

Transcribo del folleto que entregan a la entrada:

“Cronológicamente se sabe que fue:
-Un centro ceremonial y ritual de los Mojocoyas y los Chanés del gran Grigotá (800-1300 d.c.)
-Un lugar de tránsito para los Guaranies (Chiringuanos) (1450 d.c.)
-Territorio de contacto con la selva y centro administrativo Inca (1400-1450 d.c.)
-Durante la colonia un tambo y fuerte para garantizar la ruta de unión entre Asunción del Paraguay y Lima, en Perú.”

Samaipata es un gran conglomerado de arenisca en la cima de una montaña a 2000 m. de altitud, que mide unos 220 m por 60 m de anchura. Está todo esculpido. Según dicen es el mayor petroglifo mundial y está declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad. El bombo de Manolo terminará siéndolo también y, si no, al tiempo.



Entre sus grabados hay dos surcos paralelos de unos cincuenta metros de largo orientados de oeste a este, con una ligera inclinación que culmina en el este. Erick von Däniken en su obra “El mensaje de los Dioses” considera que estos surcos eran una rampa de lanzamiento. Qué pena que ahora que disponemos de mejores medios técnicos no nos visiten los extraterrestres.



En nuestra visita nos acompañaba Shara, australiana de 25 años que viaja sola desde hace varios meses. Nos explicó que está prometida y que cuando vuelva a Sidney se casan, en noviembre dijo que será la boda. Supongo que nos explicó esto para que no la viéramos como un bicho raro. El guía fue Cecilio, una institución aquí. Se lo sabe todo y es bilingüe, no como el driver altiplánico.


Próximo a Samaipata hay un valle en donde abundan los cóndores. Es frecuente verlos sobre el pueblo y en los alrededores.


La Posada del Sol la regentan Trend y Rosario de la que son propietarios. Él tejano y ella de Cochabamba. Nos sentimos como invitados por unos viejos amigos. Les dedicaremos “un monográfico” en el post de los hospedajes.



28.- Desde Sucre a La Higuera: Samaipata


Consultando el mapa, se ve un vacío entre Sucre y La Higuera por el camino más corto. Se supone que puede hacerse pero ¿quién conoce el camino? ¿quién te lleva?  Después supimos que se puede pero es un viaje de varios días para el que hay que ir convenientemente preparado.


Optamos por la opción más conocida: la “flota” (autobús) vía Aiquile, hasta Samaipata. Allí buscaríamos la opción Valle Grande y La Higuera.


Las flotas son las de Sucre-Santa Cruz. Todas salen entre las cuatro y cinco de la tarde para llegar sobre las seis de mañana a Santa Cruz. Por Samaipata pasan entre las tres y cuatro de la madrugada. 
En Samaipata habíamos reservado habitación en La Posada del Sol, famosa por figurar no sólo en la guía de Bolivia de Lonely Planet, sino también en su web. ¡Bendito celular!


De Sucre a Samaipata hay unos 275 km. Los cincuenta primeros están asfaltados y otros tantos al final. En medio queda una pista infernal que los paisanos utilizan con resignación benedictina y los foráneos como podemos. Viajeros con hemorroides abstenerse. También los alérgicos al polvo (el del camino).

Aunque se sale con luz diurna, se entra rápidamente en un valle y en una hora y media ya sólo se adivina el paisaje. 

Sobre las tres de la mañana nos planteamos preguntarle al chófer cuánto quedaba para Samaipata, sobre todo por recordarle que nos quedábamos allí. Un cholo se había tumbado en el pasillo y me entretuve por si entre tanto se hacía una parada mingitoria. Se hizo. En mitad de lo que parecía un pueblo, en un lugar con escasa iluminación, cada cual, varón o varonesa, se apañaba como podía. Ya apuraban a la gente cuando le pregunto al chófer…¡estábamos en nuestro destino!


Bajada apresurada y recogida de equipajes. No encontraba los tiques. Tuve que mostrar que tenía las llaves de los candados para que me los entregaran.

Intento situarme sin lograrlo. Como a un kilometro hay unas luces. Nos dirigimos hacia ellas y vemos ya que se trata de una calle del pueblo. Hay un local abierto. Es el del Sindicato de Transportistas “Florida”. Seis taxistas están en su interior, contentos de cerveza y coca (la bola no les cabía en el carrillo) y se niegan a llevarnos al hostal. Condescendieron a indicarnos el camino






Como en España. Los sindicatos siempre ayudando.

Desandamos lo previo. No encontramos el camino. Los perros de toda la contornada en varios kilómetros ladrando y al final recordamos que teníamos “celular”. Llamamos a la Posada y vinieron los dueños a recogernos. Ya nos habíamos planteado buscar un rincón dónde esperar el alba. 

27.- El buscarril

La idea original era desplazarnos desde Potosí a Sucre por un medio de transporte llamado aquí Buscarril, que es un autobús al que se le han cambiado los neumáticos por unas ruedas de tren.





Al salir por piernas de Potosí, decidimos hacer un recorrido en este medio de transporte. Lo que en principio iba a ser una vueltita, acabó en un regreso casi hasta Potosí. 


La estación es la de El Tejar, una partida de Sucre. De allí sale los lunes, miércoles y viernes en sentido a Potosí y martes, jueves y sábados, en sentido contrario  desde Potosí.


El viaje valió la pena ya que el buscarril se mantiene como un servicio a las comunidades andinas más aisladas. Las gentes que lo utilizan son los cholos más pobres y el recorrido es por las zonas de los Andes más aisladas. 





Tiene algunas estaciones fijas, pero deja y recoge a los pasajeros a discreción.

Las paradas fijas son: Yotala, Ñucopu, Higueras, Vila Vila, Noel Mariaca, La Cumbre, Quivi Quivi, Betanzos, Don Diego y Potosí. No los busquéis en el mapa.


Hasta Betanzos llegamos, a 46 km de Potosí. Cinco horas en total. Comimos allá y regresamos a Sucre en un microbús. Dos horas y 114 km.




26.- Sucre

En Bolivia hay dos llanuras: el altiplano y la selva. Lo demás es montañoso. Sucre sigue la orografía del paisaje mitigada aquí por cerros ondulados de pendientes más suaves. Tampoco busques una calle horizontal pues no existe.





Lo que no es colonial está hecho con algo más de esmero arquitectónico que en Potosí. Las construcciones son algo más elaboradas y las fachadas así como las paredes laterales están enlucidas. También hay menos suciedad en las calles.


En su Plaza 25 de Mayo, están el Gobierno Regional, la catedral y la Casa de la Libertad, entre otros edificios notables. Todo es colonial español. Acá sólo hablan de lo que robaron los españoles de la colonia pero no de lo que dejaron.



Sucre se ha llamado también Chuquisaca, La Plata y Charcas.
La catedral tiene como característica distintiva la presencia de estatuas de diferentes santos y obispos en las esquinas de cada uno de los niveles que tiene el campanario.


La Casa de la Libertad es un antiguo palacio, dedicado hoy a museo sobre Simón Bolívar y las gestas bélicas de la independencia: cuadros, sables, pistolas, documentos y demás.



El segundo día de nuestra estancia, nos encontramos en la plaza una parada militar. Se conmemora la Guerra del Chaco; ignoro si su inicio, su final o el tratado de límites, ya que la victoria fue paraguaya. Entre las autoridades que presiden el acto se encuentran varios supervivientes y familiares de la época de la contienda.



Esta guerra fue un claro ejemplo de guerra comercial entre dos compañías petroleras, una con concesiones en Bolivia, la Standart Oil Of New Jersey, y la otra en Paraguay, la Royal Dutch Shell, anglo-holandesa.


Luego se disfraza todo con motivos patrióticos y aquello parece tener otro sentido: la pérdida de la salida al Pacífico de Bolivia, que buscó entonces la salida al Atlántico a través del río Paraguay y la ausencia de unos límites precisos en las fronteras, pues el Chaco es un desierto que no pareció interesar a nadie hasta que se encontró petróleo en el lado “claramente” boliviano.



¡Evo Morales firmó con Fernando Lugo, presidentes de Bolivia y Paraguay respectivamente, el tratado de límites del Chaco Boreal, la zona en litigio, en Buenos Aires, ante la inefable Cristina Fernández de Kirchner, en 2009!


jueves, 21 de junio de 2012

25.- Constantes


La amabilidad de los bolivianos.


Españoles hemos visto uno o ninguno.


Turismo muy joven.


Las distancias se miden en horas; no en kilómetros.


Carreteras asfaltadas hay muy pocas.


Se regatea hasta el precio del billete de autobús.


Aseos insufribles y siempre previo pago.

24.- Potosí


De Uyuni a Potosí hay 230 km y se tardan 6 horas. Aunque ya sabíamos que probablemente estaríamos cansados de nuestro periplo por el Altiplano decidimos que lo mejor era continuar el viaje pues otra noche en Uyuni podría ser todavía peor.


Uyuni no tiene terminal de autobuses. La avenida Arce hace las veces de tal. Sus bajos son mayoritariamente empresas de transportes y en el centro hay instalados puestos de venta de comida y bebidas.


El autobús es un modelo de los años cincuenta, con una treintena de asientos. No tiene habitáculo para el equipaje pero sí una amplia baca. Todos los pasajeros somos mochileros… ¡aúpa las mochilas!
A medianoche estábamos en Potosí. El hotel está en unas callejuelas del centro histórico y entrar en él es como penetrar en un oasis por el contraste con el exterior. Es The Koala Den.


Potosí está colgada del Cerro Rico (Sumaq Orcko, en quechua) y adyacentes. Su centro histórico es muy grande, estilo colonial español y su conservación aceptable. Fuera del casco histórico la ciudad carece de interés por lo anodino y feo de su arquitectura.


Fuimos a la Casa de la Moneda que según dicen es lo más reseñable para visitar. Era domingo. Cerraban a las doce y los lunes no abrían. Tendremos que documentarnos en internet. El lunes teníamos la intención de visitar una mina. Los distintos sindicatos mineros organizan visitas guiadas. Te equipan y te metes en la mina mientras aquella está funcionando normalmente. Te hacen firmar antes un documento de exoneración de responsabilidades.


Nos encontramos una procesión de niños de comunión. Al parecer como expresión de fervor a San Antonio. La banda de música la componen escolares: ellos tambores y platillos y ellas una especie de xilófono vertical. ¿Qué tocaban? ¡Una balada del Oeste Americano!


La primera noche en Potosí dormí muy mal, atribuyéndolo al cansancio. La segunda padecía claramente una ortopnea (que te ahogas cuando te acuestas). Tuve que pasar la noche sentado y con algo parecido a una crisis de ansiedad que apenas podía contener. Todos los planes al garete. Había que descender. Carretera y manta hacia Sucre.


miércoles, 20 de junio de 2012

23.- Por el Altiplano (y II)


Diana a las cinco. Hay que ver salir el sol en una zona de geiseres llamada precisamente “Sol de Mañana”. La Laguna Colorada, a la altura de la cual están los refugios, está helada. Como seguimos ascendiendo, el frío va en aumento y cuando llegamos a los geiseres, entre la baja temperatura y el efecto chimenea que allí se produce, el viento te corta el resuello. Olor a azufre, mucho vapor, las gafas empañadas y demasiado agujero en ebullición para ir haciendo el bobo por aquí. Las fotos justas y al Toyota. Estamos a cinco mil metros.


Más altiplano, más lagunas y llegamos al poco a la Laguna Polques que presenta un surgimiento de aguas termales en un lugar próximo al camino. Alguien tuvo la idea de cercar la fuente de aguas termales de modo que hay una balsita casi circular de unos siete u ocho metros donde la gente se baña.


Habría una quincena de vehículos cuando llegamos. La mayoría se estaban bañando o lo habían hecho ya cuando llegamos. ¡Con qué cara de felicidad y satisfacción se les veía!


Si tenemos en cuenta que como mínimo llevábamos tres días con higiene precaria o nula, a aquel caldito solo le faltaban los fideos, pero… ¡qué gustito, oiga, tan calentito!


Continuamos nuestro periplo altiplánico pasando por el llamado Desierto de Dalí, una zona que es similar a la pintada por el de Figueras en alguno de sus cuadros y en cuyo honor se le dio este nombre. Dicen que él nunca conoció el lugar antes de pintar sus cuadros. Para hacerse una idea, es algo parecido a lo que el cine nos presenta como supuestos paisajes marcianos: desierto arenoso, grandes  rocas sueltas, ausencia de vegetación  y colores ocres en varios tonos en las montañas que rodean la llanura.

Continuamos haciendo camino hacia la Laguna Verde, llamada así por su color, que depende, no solo de los solutos que se lo confieren, sino también del régimen de vientos. No tuvimos suerte pues había que hacer un esfuerzo para imaginarla verde. Un viento del sudoeste, frío y molesto, rizaba su superficie. Al fondo el volcán Likankaur, mitad chileno, con una pequeña fumarola, reafirma su existencia.


Sophie y Steve pasarán a Chile y continuarán su periplo sudamericano. Los acercamos a la frontera,  donde un microbús les espera para llevarlos a San Pedro de Atacama.

Volvemos sobre nuestros pasos hasta la Laguna Colorada para, bordeándola por su parte sur, ir regresando a Uyuni.

El driver sigue consumiendo coca. La fórmula consiste en tomar primeramente una cerveza sin alcohol, que él nos mostraba cada vez para tranquilidad nuestra, después ir masticando hojas de coca de una en una conservando el peciolo para poder extraerla de la boca sin escupir y cuando ya llevas varias horas con la coca, se remata con Coca-Cola…la parienta espera en casa.

22.- Por el Altiplano (I)


Nada más partir hacia nuestro nuevo destino el coche empezó a pistonear y se paró. El cable de la bobina no hacía buen contacto con la tapa del delco. Se le metió una cuñita pero el problema era que en el conector del extremo estaban casi todos los filamentos quebrados. Anduvimos el resto del viaje como cuando tienes un Windows con problemas, que nunca sabes si te va arrancar ni cuando se va a colgar, teníamos el “síndrome del pantallazo” en pleno Altiplano y a cuatro mil metros de altitud promedio.


Después de una hora llegamos a San Juán, pequeño pueblo al sur del Salar de Uyuni y ribereño del Salar de Chiguana, zona desierta, llana y salitrosa que tardamos menos de una hora en cruzar y que es la entrada al desierto de Siloli, siempre en dirección sudoeste acercándonos cada vez más a la frontera con Chile.


Al poco de abandonar el salar de Chiguana cruzamos la vía férrea Uyuni-Antofagasta y después de bordear unos cerros por el lado este se divisaba ya el volcán Ollagüe, de 5800 m, y con una fumarola en su parte sur que  indica que está activo. Seguimos nuestra marcha siempre en dirección sur por lugares sólo hollados por las ruedas de los toyotas y que daba igual pisar sobre las huellas previas que abrir nueva trocha, pues son llanuras pedregosas de enorme extensión. La aridez la suaviza la vista de los nevados en el horizonte. Nos estamos moviendo por altitudes superiores a los cuatro mil metros.


Cuando ya estábamos hartos de tanto bote y ajetreo entramos en una pista, que al parecer figura en los mapas como carretera nacional y así debe utilizarse pues nos cruzamos con algunos camiones cisterna chilenos de gran tonelaje. Rodando por esta “carretera” llegamos a un lugar donde las rocas estaban muy erosionadas dando un aspecto peculiar al paisaje. Allí nos detuvimos unos minutos para visitar el roquedal y hacer fotos al Ollagüe desde el punto que más próximos íbamos a estar al mismo, no menos de cinco o seis kilómetros de su base. A esto los folletos turísticos lo llaman “Visita al volcán Ollagüe desde el mirador”; te lo venden como si fueses a emular a Haroun Tazieff (el vulcanólogo francés) que se metía literalmente en cualquier volcán.

Aquí me fijé por primera vez en un vegetal curioso por sus peculiaridades: es totalmente verde, adopta forma esférica y por su morfología parece un coral cerebroide. Se trata de la llareta o yareta ( Azorella compacta, antes Azorella yareta) que luego sería más frecuente y que en algunas zonas llegaba a ser casi tan abundante como la paja brava, que es el vegetal de presencia más amplia en estos desiertos andinos y que es la base nutritiva de las vicuñas cuya observación es frecuente.


Desde aquí iremos ya paralelos a la frontera con Chile, abandonando la carretera mencionada anteriormente, para adentrarnos en la zona de las lagunas, circulando, ahora sí, por pistas de montaña.
La primera que nos encontramos es la Laguna Kañapa, donde comimos, y que presenta las características comunes a todas las lagunas de la zona: salitrosa, gélida y con colonias de flamencos y gaviotas andinas.
Continuamos nuestro camino hacia el sur llegando a la Laguna Hedionda que tiene la mayor colonia de flamencos de todas las lagunas de la región. El nombre lo recibe por su olor a anhídrido sulfídrico, que es el aroma existente alrededor de las depuradoras de nuestras ciudades. La abundancia de flamencos puede deberse a que sus aguas contienen más microorganismos al ser más nutritivas para estos.


Aquí hay un pequeño hotel, Los Flamencos, de nos más de cinco o seis habitaciones, ese día cerrado y probablemente abandonado, por el aspecto. Nuestro chófer nos dejó bajar con la consigna: “Apúrense, los recojo en diez minutos”…al cabo de una hora nos tenía desesperados. Me dirigí al hotel pensando que estaría allí y después de comprobar el estado de más absoluto abandono en que estaba, al dirigirme al vehículo con el resto de mis compañeros lo veo aparecer acompañado de una cholita.

Reanudada la marcha y como el conductor no era bilingüe, faltando a lo que te venden, le comento a mis compañeros lo que ya había confirmado: “Our driver is all the day eating coca because he fucks in all the place we visit” a lo que respondieron que ya lo sospechaban pero no se habían atrevido a decirlo. A partir de ese momento los chascarrillos al respecto nos amenizaban el viaje.

Al caer la tarde llegábamos al “Árbol de Piedra”, otro clásico del recorrido, una zona de rocas erosionadas por el viento, con una en particular que más se parece a una seta que a un árbol. Supongo que lo del árbol vende más.


Como el sol estaba ocultándose y el frío era intenso, después de unas pocas fotos, seguimos nuestro camino entrando en la Reserva Natural de Fauna Andina Eduardo Avaroa, señalizada unos kilómetros antes de llegar a la zona de control donde están también los refugios en los que pernoctaremos.

El registro de entrada es riguroso, debiendo presentar el pasaporte, y haciéndolo por grupos con indicación del guía. Coste de la visita: 150 Bs por persona. A cambio: un díptico y unas precarias instalaciones donde pasar la noche. 

Una habitación para cada grupo, una zona común para todos donde alternar y hacer las comidas, techo de uralita, cristalitos sencillos en las ventanas, aseos sin agua corriente ni ducha, váteres sin pestillo que se abren hacia afuera, un bidón de agua con un recipiente para sustituir a la cisterna y afuera dieciséis grados bajo cero.




Por 300 Bs la pareja se tiene en cualquier ciudad una habitación doble en un 4 estrellas. Si según los datos oficiales, pasamos por aquí entre treinta y cuarenta mil visitantes anuales, el negocio es redondo.

Nuestro “driver is missing again”. Cenamos y hacemos sobremesa larga para meternos en los sacos suficientemente cansados. Jugamos también a las cartas y de cinco o seis partidas sólo perdí una… ¡y eso que jugábamos en inglés!  ;-)

21.- Por el Salar de Uyuni (y II)

Comenzó luego la travesía del salar haciendo parada en el primer hotel de sal que se construyó y que ahora es sólo un pequeño museo, tienda y comedor. Estamos a diez kilómetros de Colchani. Como el salar se inunda en la época de lluvias (320 mm/año. Precipitación media en Murcia: 375 mm/año) con una capa de agua entre 10 y 50 cm, el que construyó este primer hotel vio que había una pequeña elevación suficiente para evitar la inundación del mismo. Al lado del hotel hay un pequeño promontorio salino en dónde, supongo que los primeros que se aventuraron a hospedarse en él, colocaron la bandera de su país, al modo como se ve en los documentales que ocurre en el Polo Sur.



El Salar de Uyuni está a una altitud de 3660 m y tiene una extensión de 12.000 km2. Para que nos hagamos una idea, la provincia de Teruel tiene 13.000, la de Valencia 10.000 y la de Murcia 11.000 km2, en números redondos.

El promedio de temperaturas está en 6º, aunque oscilan entre máximas de 30º  en verano y mínimas de -25º en invierno (junio a septiembre). La realidad es que en el salar hace “harto frío” en expresión boliviana.

Seguimos hacia la Isla del Pescado. Está a setenta kilómetros de Uyuni y hay cierta confusión con la denominación, pues hay quien dice que se llama también Isla Incahuasi y otros afirman que ésta última se trata de otra isla. Hay varias islas más en el salar. La del Pescado es la más visitada porque es la única que tiene cactus gigantes de hasta diez metros  (Trichocereus pasacana).



La isla es un área protegida y tiene unas mínimas instalaciones de control de acceso y servicios: cafetería y aseos. Si quieres utilizar los aseos hay que obtener el boleto a 30 Bs y te permite además visitar la isla en un recorrido circular ya trazado. No hay folleto explicativo ni carteles. Todo se reduce a asombrarse con las dimensiones de los cactus y a extasiarse en la cima maravillado por la extensión blanca que te rodea y que abarca todo el horizonte observable. El color blanco es tan dominante que en días nublados llega a producirse el fenómeno del “White out” o “blanqueo” (pero no de dinero) por el que el horizonte desaparece.


Además de los cactus gigantes hay otra vegetación en la isla, incluidas otras especies de cactus, de la que no se dar referencia y no vi -aunque lo busqué- vida animal. He leído que hay vizcachas (un roedor pariente de las chinchillas), picaflores (colibríes), otros pájaros, hormigas, arañas y lagartijas.

Un buen campo de trabajo para biólogos y naturalistas.

En una bahía, en el lado oeste de la isla, se sitúan los toyotas, que llegarían a la treintena, teniendo cada uno asignada una mesa de bloque de sal y algunas rocas que sirven de asiento y que se utiliza para la comida de los turistas. La contaminación producida por las pérdidas de aceite de los vehículos destaca mucho en este lugar hasta hace poco inmaculado. 




Los cactus crecen también en las laderas de algunos montes que rodean al salar y allí son de mayor tamaño como pudimos ver al atardecer cuando llegábamos a Puerto Chuvica.

El cerro Thunupa, uno de los que rodean al salar, tuvo un hijo con Kosuña. Cuzco celoso de Kosuña entra en discordias con él. Aprovechando la circunstancia, Coracora enamora a Thunupa, que le deja el hijo a Kosuña y huye con Coracora. Inician un largo viaje y en lugar llamado Jyayo Khota la mujer tiene que vaciar sus pechos de la leche que no ha podido consumir su lactante. Hoy en esa hoya se ve la blancura desparramada.




Puerto Chuvica, a unos 70 km al sudoeste de la isla del Pescado, es un caserío paupérrimo, en dónde hay construidos dos hoteles de sal. 
Hay varios hoteles de sal construídos en el salar y próximos a la orilla. Estos son hoteles con los lujos y comodidades de un buen hotel en el primer mundo,  para un turismo coleccionista de sitios visitados que no quiere perder sus hábitos de vida occidentales. Son la muestra y la punta de lanza del cambio del turismo mochilero por este otro. El turismo mochilero es más atrevido pero también coleccionista de lugares visitados sin importarle, en general, la realidad natural, cultural y antropológica del lugar que visitan.

Nuestro hotel de sal no pasa de ser un precario refugio, hecho con bloques de sal, los catres hechos con bloques de sal y el salón comedor con mesas y bancadas con más de lo mismo. La iluminación la proporcionan unas bombillas adornadas con sal cristalizada alrededor de unos alambres a modo de lámpara. La fuente de energía son paneles solares. Para completar el conjunto, cristales de sal desparramados por el suelo en un grosor de varios centímetros; habiendo olvidado acortar las puertas para que dicha capa no entorpezca, por lo que resulta bastante tosco el conjunto, a mí me recordaba el cajón del gato de Rita aunque algo más grande.




En este primer hotel estábamos los ocupantes de tres vehículos, es decir dieciocho personas. Las habitaciones eran de cuatro catres aunque tuvimos la suerte de disfrutar de una matrimonial.
Los aseos se reducían a un lavabo pequeño con agua gélida, una ducha con agua caliente por 10 Bs, que después de verla no utilizamos ninguno, y dos váteres que se tardaron bastante en utilizar dado su aspecto, aunque a la fuerza ahorcan. 

Afortunadamente el grupo era bastante solidario y los primeros dejaron los váteres mejor de lo que estaban cuando llegamos. Intenté su uso en horas prudentes  pero me encontré con que las puertas no tenían pestillo y además abrían hacia afuera; el que te pillaran literalmente cagando era cuestión de segundos. Como no era perentorio lo dejé para la madrugada.





La cena nos la sirvieron los conductores de los otros vehículos; el nuestro no apareció en ningún momento. Igual ocurrió con el desayuno y ya estaban todos marchándose cuando apareció nuestro chófer. A mis preguntas sobre su estado de salud respondió que se encontraba perfecto por lo que ya elaboré una hipótesis respecto a su ausencia.

Aunque la cama tenía sábanas y mantas, dormimos sobre las mismas en nuestro saco, cuya bondad respecto a las bajas temperaturas ya habíamos comprobado