lunes, 25 de junio de 2012

30.- Noticias

Estamos nuevamente en La Paz. Con los mismos efectos por la altitud que la vez pasada. A Rita no le afecta.


La conexión WiFi del hotel sólo nos funciona bien en recepción.  
Desde España completaremos la descripción de las distintas etapas del viaje. Añadiremos unos comentarios sobre las gentes, los hoteles y las comidas.


Hubiéramos preferido hacerlo sin esta demora pero no ha podido ser.



sábado, 23 de junio de 2012

29.- Samaipata


Acá llegamos como punto intermedio para intentar desplazarnos a La Higuera. Nos encontramos: 


1. Un pueblito en un valle lleno de verdor y con un microclima templado 
2. Las ruínas del Fuerte de Samaipata 
3. Los dueños de La Posada del Sol: una pareja encantadora.


La llegada no tiene nada que ver con nuestra estadía aquí. Si arribamos tormentosamente, los tres días de permanencia fueron deliciosos.




El primer día fue de descanso. Al siguiente visitamos los restos arqueológicos. Se le llama el Fuerte porque nuestros abuelos conquistadores establecieron uno allí. Su nombre oficial es Centro Ceremonial y Administrativo de Samaipata.

Transcribo del folleto que entregan a la entrada:

“Cronológicamente se sabe que fue:
-Un centro ceremonial y ritual de los Mojocoyas y los Chanés del gran Grigotá (800-1300 d.c.)
-Un lugar de tránsito para los Guaranies (Chiringuanos) (1450 d.c.)
-Territorio de contacto con la selva y centro administrativo Inca (1400-1450 d.c.)
-Durante la colonia un tambo y fuerte para garantizar la ruta de unión entre Asunción del Paraguay y Lima, en Perú.”

Samaipata es un gran conglomerado de arenisca en la cima de una montaña a 2000 m. de altitud, que mide unos 220 m por 60 m de anchura. Está todo esculpido. Según dicen es el mayor petroglifo mundial y está declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad. El bombo de Manolo terminará siéndolo también y, si no, al tiempo.



Entre sus grabados hay dos surcos paralelos de unos cincuenta metros de largo orientados de oeste a este, con una ligera inclinación que culmina en el este. Erick von Däniken en su obra “El mensaje de los Dioses” considera que estos surcos eran una rampa de lanzamiento. Qué pena que ahora que disponemos de mejores medios técnicos no nos visiten los extraterrestres.



En nuestra visita nos acompañaba Shara, australiana de 25 años que viaja sola desde hace varios meses. Nos explicó que está prometida y que cuando vuelva a Sidney se casan, en noviembre dijo que será la boda. Supongo que nos explicó esto para que no la viéramos como un bicho raro. El guía fue Cecilio, una institución aquí. Se lo sabe todo y es bilingüe, no como el driver altiplánico.


Próximo a Samaipata hay un valle en donde abundan los cóndores. Es frecuente verlos sobre el pueblo y en los alrededores.


La Posada del Sol la regentan Trend y Rosario de la que son propietarios. Él tejano y ella de Cochabamba. Nos sentimos como invitados por unos viejos amigos. Les dedicaremos “un monográfico” en el post de los hospedajes.



28.- Desde Sucre a La Higuera: Samaipata


Consultando el mapa, se ve un vacío entre Sucre y La Higuera por el camino más corto. Se supone que puede hacerse pero ¿quién conoce el camino? ¿quién te lleva?  Después supimos que se puede pero es un viaje de varios días para el que hay que ir convenientemente preparado.


Optamos por la opción más conocida: la “flota” (autobús) vía Aiquile, hasta Samaipata. Allí buscaríamos la opción Valle Grande y La Higuera.


Las flotas son las de Sucre-Santa Cruz. Todas salen entre las cuatro y cinco de la tarde para llegar sobre las seis de mañana a Santa Cruz. Por Samaipata pasan entre las tres y cuatro de la madrugada. 
En Samaipata habíamos reservado habitación en La Posada del Sol, famosa por figurar no sólo en la guía de Bolivia de Lonely Planet, sino también en su web. ¡Bendito celular!


De Sucre a Samaipata hay unos 275 km. Los cincuenta primeros están asfaltados y otros tantos al final. En medio queda una pista infernal que los paisanos utilizan con resignación benedictina y los foráneos como podemos. Viajeros con hemorroides abstenerse. También los alérgicos al polvo (el del camino).

Aunque se sale con luz diurna, se entra rápidamente en un valle y en una hora y media ya sólo se adivina el paisaje. 

Sobre las tres de la mañana nos planteamos preguntarle al chófer cuánto quedaba para Samaipata, sobre todo por recordarle que nos quedábamos allí. Un cholo se había tumbado en el pasillo y me entretuve por si entre tanto se hacía una parada mingitoria. Se hizo. En mitad de lo que parecía un pueblo, en un lugar con escasa iluminación, cada cual, varón o varonesa, se apañaba como podía. Ya apuraban a la gente cuando le pregunto al chófer…¡estábamos en nuestro destino!


Bajada apresurada y recogida de equipajes. No encontraba los tiques. Tuve que mostrar que tenía las llaves de los candados para que me los entregaran.

Intento situarme sin lograrlo. Como a un kilometro hay unas luces. Nos dirigimos hacia ellas y vemos ya que se trata de una calle del pueblo. Hay un local abierto. Es el del Sindicato de Transportistas “Florida”. Seis taxistas están en su interior, contentos de cerveza y coca (la bola no les cabía en el carrillo) y se niegan a llevarnos al hostal. Condescendieron a indicarnos el camino






Como en España. Los sindicatos siempre ayudando.

Desandamos lo previo. No encontramos el camino. Los perros de toda la contornada en varios kilómetros ladrando y al final recordamos que teníamos “celular”. Llamamos a la Posada y vinieron los dueños a recogernos. Ya nos habíamos planteado buscar un rincón dónde esperar el alba. 

27.- El buscarril

La idea original era desplazarnos desde Potosí a Sucre por un medio de transporte llamado aquí Buscarril, que es un autobús al que se le han cambiado los neumáticos por unas ruedas de tren.





Al salir por piernas de Potosí, decidimos hacer un recorrido en este medio de transporte. Lo que en principio iba a ser una vueltita, acabó en un regreso casi hasta Potosí. 


La estación es la de El Tejar, una partida de Sucre. De allí sale los lunes, miércoles y viernes en sentido a Potosí y martes, jueves y sábados, en sentido contrario  desde Potosí.


El viaje valió la pena ya que el buscarril se mantiene como un servicio a las comunidades andinas más aisladas. Las gentes que lo utilizan son los cholos más pobres y el recorrido es por las zonas de los Andes más aisladas. 





Tiene algunas estaciones fijas, pero deja y recoge a los pasajeros a discreción.

Las paradas fijas son: Yotala, Ñucopu, Higueras, Vila Vila, Noel Mariaca, La Cumbre, Quivi Quivi, Betanzos, Don Diego y Potosí. No los busquéis en el mapa.


Hasta Betanzos llegamos, a 46 km de Potosí. Cinco horas en total. Comimos allá y regresamos a Sucre en un microbús. Dos horas y 114 km.




26.- Sucre

En Bolivia hay dos llanuras: el altiplano y la selva. Lo demás es montañoso. Sucre sigue la orografía del paisaje mitigada aquí por cerros ondulados de pendientes más suaves. Tampoco busques una calle horizontal pues no existe.





Lo que no es colonial está hecho con algo más de esmero arquitectónico que en Potosí. Las construcciones son algo más elaboradas y las fachadas así como las paredes laterales están enlucidas. También hay menos suciedad en las calles.


En su Plaza 25 de Mayo, están el Gobierno Regional, la catedral y la Casa de la Libertad, entre otros edificios notables. Todo es colonial español. Acá sólo hablan de lo que robaron los españoles de la colonia pero no de lo que dejaron.



Sucre se ha llamado también Chuquisaca, La Plata y Charcas.
La catedral tiene como característica distintiva la presencia de estatuas de diferentes santos y obispos en las esquinas de cada uno de los niveles que tiene el campanario.


La Casa de la Libertad es un antiguo palacio, dedicado hoy a museo sobre Simón Bolívar y las gestas bélicas de la independencia: cuadros, sables, pistolas, documentos y demás.



El segundo día de nuestra estancia, nos encontramos en la plaza una parada militar. Se conmemora la Guerra del Chaco; ignoro si su inicio, su final o el tratado de límites, ya que la victoria fue paraguaya. Entre las autoridades que presiden el acto se encuentran varios supervivientes y familiares de la época de la contienda.



Esta guerra fue un claro ejemplo de guerra comercial entre dos compañías petroleras, una con concesiones en Bolivia, la Standart Oil Of New Jersey, y la otra en Paraguay, la Royal Dutch Shell, anglo-holandesa.


Luego se disfraza todo con motivos patrióticos y aquello parece tener otro sentido: la pérdida de la salida al Pacífico de Bolivia, que buscó entonces la salida al Atlántico a través del río Paraguay y la ausencia de unos límites precisos en las fronteras, pues el Chaco es un desierto que no pareció interesar a nadie hasta que se encontró petróleo en el lado “claramente” boliviano.



¡Evo Morales firmó con Fernando Lugo, presidentes de Bolivia y Paraguay respectivamente, el tratado de límites del Chaco Boreal, la zona en litigio, en Buenos Aires, ante la inefable Cristina Fernández de Kirchner, en 2009!


jueves, 21 de junio de 2012

25.- Constantes


La amabilidad de los bolivianos.


Españoles hemos visto uno o ninguno.


Turismo muy joven.


Las distancias se miden en horas; no en kilómetros.


Carreteras asfaltadas hay muy pocas.


Se regatea hasta el precio del billete de autobús.


Aseos insufribles y siempre previo pago.

24.- Potosí


De Uyuni a Potosí hay 230 km y se tardan 6 horas. Aunque ya sabíamos que probablemente estaríamos cansados de nuestro periplo por el Altiplano decidimos que lo mejor era continuar el viaje pues otra noche en Uyuni podría ser todavía peor.


Uyuni no tiene terminal de autobuses. La avenida Arce hace las veces de tal. Sus bajos son mayoritariamente empresas de transportes y en el centro hay instalados puestos de venta de comida y bebidas.


El autobús es un modelo de los años cincuenta, con una treintena de asientos. No tiene habitáculo para el equipaje pero sí una amplia baca. Todos los pasajeros somos mochileros… ¡aúpa las mochilas!
A medianoche estábamos en Potosí. El hotel está en unas callejuelas del centro histórico y entrar en él es como penetrar en un oasis por el contraste con el exterior. Es The Koala Den.


Potosí está colgada del Cerro Rico (Sumaq Orcko, en quechua) y adyacentes. Su centro histórico es muy grande, estilo colonial español y su conservación aceptable. Fuera del casco histórico la ciudad carece de interés por lo anodino y feo de su arquitectura.


Fuimos a la Casa de la Moneda que según dicen es lo más reseñable para visitar. Era domingo. Cerraban a las doce y los lunes no abrían. Tendremos que documentarnos en internet. El lunes teníamos la intención de visitar una mina. Los distintos sindicatos mineros organizan visitas guiadas. Te equipan y te metes en la mina mientras aquella está funcionando normalmente. Te hacen firmar antes un documento de exoneración de responsabilidades.


Nos encontramos una procesión de niños de comunión. Al parecer como expresión de fervor a San Antonio. La banda de música la componen escolares: ellos tambores y platillos y ellas una especie de xilófono vertical. ¿Qué tocaban? ¡Una balada del Oeste Americano!


La primera noche en Potosí dormí muy mal, atribuyéndolo al cansancio. La segunda padecía claramente una ortopnea (que te ahogas cuando te acuestas). Tuve que pasar la noche sentado y con algo parecido a una crisis de ansiedad que apenas podía contener. Todos los planes al garete. Había que descender. Carretera y manta hacia Sucre.